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Neurofisiología de las emociones y violencia contra las mujeres

Un estudio de Ingeniería Biomédica de la Escuela y del Programa de Psicología de la Corporación Universitaria Minuto de Dios investiga qué pasa con el cerebro y el cuerpo de una mujer que ha experimentado violencia por parte de su pareja.

Por: Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito.

“Neurofisiología de las emociones y violencia contra las mujeres”. Un nombre complejo para un tema complejo. Se trata de un estudio que busca abordar desde el punto de vista académico un problema que tiene repercusiones en la salud física, psicológica, sexual y reproductiva de las mujeres. Problema que también tiene implicaciones a escala social, desde escenarios familiares, comunitarios e incluso en el desarrollo de nuestro país.

El proyecto de investigación comenzó en el 2017, con un diseño experimental en el que se definieron qué variables psicométricas y neurofisiológicas asociadas a las emociones se medirían. El diseño fue concebido por tres estudiantes y dos profesoras de la Corporación Universitaria Minuto de Dios y apoyado por un equipo profesional conformado por dos profesores y dos estudiantes del Programa de Ingeniería Biomédica de la Escuela y la Universidad del Rosario. Un factor innovador en este proyecto es su mirada interdisciplinar, pues está formado por profesionales de psicología en las ramas de las neurociencias y la psicología social comunitaria y por ingenieros que aportan en las áreas de bioinstrumentación y procesamiento digital de señales e imágenes médicas. Actualmente, el proyecto cuenta con un equipo de siete profesores y más de diez estudiantes de pregrado y maestría tanto de ingeniería como de psicología.

El objetivo principal de este proyecto de investigación es identificar las respuestas fisiológicas ante estímulos emocionales en mujeres que han vivido situaciones de violencia en sus relaciones de pareja. Se destaca de este proyecto su alcance, que va más allá de las variables por medir porque busca “dar visibilidad al problema de la violencia; además, dotar de herramientas a las mujeres participantes del proyecto para conocer y reconocer creencias que perpetúan o validan actos violentos contra las mujeres y alterar de alguna manera el modo en que la sociedad ve la violencia”, afirma María Paula Acero Triviño, exdecana y profesora del Programa de Ingeniería Biomédica.

Se debe tener presente que la Ley 1257 de 2008 establece que “por violencia contra la mujer se entiende cualquier acción u omisión que le cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial por su condición de mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, bien sea que se presente en el ámbito público o en el privado”. Esta violencia se puede manifestar en diversos ámbitos de la vida social, laboral y política; en la propia familia, la escuela, el Estado, el espacio público, entre otras.

Para el caso específico de la investigación se enfatizó en la violencia contra las mujeres en las relaciones de pareja, que se refiere al comportamiento de la pareja o expareja que causa daño físico, sexual o psicológico, incluidas la agresión física, la coacción sexual, el maltrato psicológico y las conductas de control. Esta violencia incluye desde la discriminación y el menosprecio hasta la agresión física, sexual, psicológica y el asesinato, afirma la ingeniera María Paula.

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En el proyecto se convocó a mujeres que hubieran experimentado situaciones de violencia en sus relaciones de pareja y mujeres que no la hubieran vivido. Otros aspectos que se tuvieron en cuenta en el estudio fueron: estar en periodo fértil y no estar en estado de embarazo porque los cambios hormonales de dichas etapas afectan la respuesta fisiológica asociada a las emociones. Estas son sólo algunas de las consideraciones más importantes, según el equipo de investigación, pero hay muchas más; el planteamiento está enfocado en que nada pueda alterar la respuesta fisiológica relacionada con las emociones que se inducen durante la experimentación.

Se convocó a mujeres estudiantes y de las áreas administrativas de las dos universidades, y se establecieron redes de cooperación con organizaciones como La Casa de la Igualdad de Oportunidades para las Mujeres, de la localidad de Engativá, entidad que depende de la Secretaría Distrital para la Mujer y que prestó gran apoyo en el desarrollo del proyecto, además de organizaciones comunitarias de mujeres, que aportaron a la difusión de la información.

De este proyecto surgen varias preguntas: ¿En qué consistían las tareas que les permitían a los investigadores inducir alguna emoción en las participantes? ¿Por qué se cree que se encontrarán diferencias en las respuestas fisiológicas y psicométricas de las participantes, dependiendo de su experiencia de violencia? Parte de la contestación está en el hecho de que nuestros cuerpos no responden de forma universal a las emociones. Aunque hay unas características del sistema nervioso central que parece que sí son comunes a todas las personas, lo cierto es que cada persona reacciona de manera diferente a las situaciones: a algunos les tiembla la voz cuando están dando un discurso, a otros les sudan las manos, y hay quienes se ruborizan. El interés del equipo de investigación está en descubrir y estudiar las generalidades y las particularidades, especialmente de aquellas relacionadas con la experiencia de violencia.

“El proyecto da visibilidad al problema de la violencia; además, dota de herramientas a las mujeres participantes del proyecto para conocer y reconocer creencias que perpetúan o validan actos violentos contra las mujeres y alterar de alguna manera el modo en que la sociedad ve la violencia”.

María Paula Acero Triviño

Exdecana y profesora del Programa de Ingeniería Biomédica.

Mujeres, sesiones y emociones

“Las participantes pasaron por cuatro fases”, dice el profesor de Biomédica Juan Manuel López López. La primera corresponde a la apertura. “En este paso conocemos a la participante, hacemos una explicación completa del proyecto y de cada uno de los momentos de su desarrollo. En ese espacio se comunica directamente a las mujeres cuál es el objetivo del proyecto y nuestro alcance; adicionalmente, se aplica una escala llamada Woman Abuse Screening Tool (WAST), la cual permite, a través de una serie de preguntas, caracterizar las experiencias de violencia, porque la percepción de una persona que menciona haber sufrido violencia es diferente a la de otra persona”, dice el profesor.

La segunda fase es de experimentación. “Dura aproximadamente dos horas. Ahí se incluye todo el protocolo de mediciones psicométricas, electrofisiológicas y fisiológicas en general”, afirma el profesor López. En esta fase se expone a las participantes a una serie de imágenes con contenido emocional (cuidadosamente seleccionadas), que permiten identificar el grado de valencia, dominancia y activación que tiene cada una con respecto a la imagen, el nivel de detalles que pueden recordar y su velocidad para reconocer las expresiones emocionales en el rostro de hombres y mujeres. Durante la ejecución de estas tareas se realizan varias mediciones electrofisiológicas. Por ejemplo, se incluye un registro de la actividad eléctrica cerebral o electroencefalografía (EEG), con equipos pertenecientes al Laboratorio de Procesamiento de Señales e Imágenes Médicas de la Escuela. Además, se registra la frecuencia cardiaca y la respuesta galvánica de la piel (GSR). Esta última variable indica qué tan activas están las glándulas sudoríparas en las manos. Una señal adicional para analizar es la voz de las participantes, que se graba en ciertos momentos de esta fase.

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Eso sí, explica el profesor López: “Nuestro estudio no está enfocado en hacer un diagnóstico para decirle a la persona si está bien o mal; por el contrario, buscamos saber la respuesta fisiológica al aplicar las tareas. No nos enfocamos en buscar ninguna patología de ningún origen, ni cardiaco ni neurológico. Es como tomar una fotografía de ese instante en cuanto a su respuesta fisiológica; por eso no existen respuestas buenas o malas. Si llegáramos a observar algo anormal, podríamos sugerirle a la participante que consultara con un médico, pero hasta el momento eso no ha pasado”. Según lo mencionado anteriormente, y debido al alcance de este estudio, los resultados no podrían ser considerados como recursos para el diagnóstico médico ni tampoco como pruebas para procesos judiciales.

En la tercera fase se hace un encuentro conversacional. “Este espacio está a cargo del área de psicología social comunitaria. En él, las participantes pueden comentar, en un ambiente seguro, acerca de las preguntas que tengan en relación con la violencia contra las mujeres, las emociones y el cuerpo; cada encuentro es único porque se basa en la particularidad de las participantes y de la conversación. En esta experiencia se han abordado, entre otros temas, las generalidades de la violencia, las implicaciones que tiene en términos culturales, personales y relacionales, además de acciones de prevención/atención en caso de un evento violento. Lo importante es evitar causar daño y revictimizar a las mujeres. De hecho, como equipo investigador no sabemos exactamente quiénes han sufrido eventos de violencia y quiénes no. Los datos se ponen de forma anónima y, cuando los procesamos, están siempre codificados. No dicen a quién corresponden. La parte de la WAST la llevan a cabo psicólogas de Uniminuto, no nosotros. En los encuentros sí participamos, pero no preguntamos la experiencia específica de cada una. Hablamos de violencia en general; si las mujeres quieren compartir lo que sienten, lo pueden hacer, pero no es obligatorio. Lo que hablamos allí no sale de allí, en ningún artículo o publicación”, explica el profesor López.

Durante el cierre, o cuarta fase, se entrega a cada participante una cartilla de devolución de resultados diseñada por los estudiantes de las dos universidades, con todos los datos derivados de las tareas realizadas en la fase de experimentación, y con una serie de preguntas y espacios en blanco para que las participantes puedan escribir las reflexiones que surjan de sus resultados, la experiencia en el proyecto, sus emociones y experiencias. “Les contamos de esas señales que valoramos y les resolvemos preguntas de forma personalizada. Nos sentamos dos investigadores –uno de la Uniminuto y otro de la Escuela– junto con la participante, y le vamos mostrando el reporte”, comenta López. Lo interesante de esta etapa es que las participantes pueden, además de ver sus resultados, conocer un poco más sobre sus cuerpos, las neurociencias y la problemática de la violencia. Esta cartilla busca aportar al cuidado de las mujeres participantes y convertirse en una herramienta de concientización frente a la violencia contra las mujeres, además de darles información explícita sobre organizaciones y entidades a las que pueden acudir.

Ganas, experiencia e investigación

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Según el profesor López, para sacar adelante este estudio se fusionaron tres áreas de las dos instituciones educativas: psicología social comunitaria, psicología desde las neurociencias e ingeniería biomédica. “El mensaje que queremos dar es que no es un proyecto de ciencias básicas, es un estudio que puede afectar la vida de las personas, puede modificar cómo piensa la sociedad en un problema tan serio como es la violencia contra las mujeres y busca proyectar una investigación seria como la que realizamos”, dice.

El profesor explica que el proyecto nació como un ejercicio en clase de tres estudiantes de tercer y cuarto semestre de Psicología de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, liderado por Carolina Cárdenas y Alejandra Rizo, profesoras de neurociencias. “Cuando comencé a trabajar en la Escuela fui invitado, en marzo de 2016, a una conferencia en la Universidad de los Andes, en el marco de la Semana del Cerebro. Allí conocí a las profesoras Carolina y Alejandra, quienes me contaron que tres estudiantes querían analizar cómo era la memoria emocional y la respuesta fisiológica a una emoción en mujeres que hubieran sido víctimas de violencia, particularmente de violencia de pareja. Me interesó tanto el tema que le dimos vida al proyecto”.

Resultados

Actualmente, el proyecto finalizó su fase de experimentación y está en la de generación de productos académicos. El equipo investigador ha participado en varios eventos académicos nacionales e internacionales en los que ha mostrado los resultados preliminares, principalmente en relación con las señales de EEG. “Parece haber una diferencia en la actividad eléctrica cerebral entre las participantes, dependiendo de su experiencia de violencia, pero queremos realizar un estudio más amplio antes de lanzar este tipo de afirmación. Algo muy importante es reconocer que nuestro cerebro es un órgano increíble y está en continuo cambio. Creemos que estudios como éste nos pueden permitir identificar si hay procesos que hayan sido impactados por las experiencias de violencia”, comenta el profesor López.

Aún se está generando el análisis de las demás variables adquiridas, pero los resultados parecen ser prometedores en este problema tan relevante en la actualidad.

Lo que viene

Parte del equipo investigador decidió continuar con el desarrollo de una herramienta que hiciera uso de neurofeedback o neurorrealimentación, que consiste básicamente en mostrar de alguna forma la actividad eléctrica del cerebro del participante, o sea, evidenciar en tiempo real qué pasa con el cerebro cuando experimenta emociones. “Se decidió trabajar con neurofeedback musical, con el fin de que la actividad cerebral module alguna pieza sonora enfocada en dos procesos principales en mujeres: estrés y memoria”, afirma el investigador.

En este proyecto se contó con el apoyo de Laura Valentina Martínez y de José Luis Velásquez, dos jóvenes investigadores financiados por Colciencias, pertenecientes a Uniminuto. Además, el ingeniero biomédico Álvaro José Bocanegra Pérez, estudiante de la Maestría en Ingeniería Electrónica de la Escuela, diseñó e implementó el sistema de neurofeedback. “Ya realizamos pruebas piloto de las actividades para la regulación del estrés y estimulación de la memoria creadas por los jóvenes investigadores e integradas por el ingeniero a la interfaz de neurorrealimentación que diseñó, la cual modula el tempo y la intensidad de la pieza musical; así mismo, quienes participaron fueron dos mujeres de este proyecto e indicaron que esta segunda fase fue muy positiva para ellas y que esperan continuar con lo aprendido”.

“Al compartir nuestra experiencia en investigación interdisciplinar, queremos mostrar que los fenómenos sociales tan complejos como la violencia se pueden abordar desde diferentes niveles de análisis, cada uno con sus alcances y limitaciones, pero que pueden entrar en diálogo; así mismo, queremos destacar que la apuesta por estudios rigurosos que sean socialmente relevantes es posible, cuando se reconoce la importancia de integrar el saber científico a las acciones necesarias para mejorar la calidad de vida de las personas”, asegura la profesora Mayerli Prado Rivera, psicóloga de Uniminuto.

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