Al comenzar oficialmente la celebración de los 50 años de vida de la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito, directivos de la institución se reunieron con un grupo de graduados con quienes hicieron memoria y compartieron recuerdos maravillosos de su etapa estudiantil.
En sus palabras de bienvenida, el Rector de la Escuela, Alfonso Rodríguez Díaz, aseguró que los graduados de la institución son la mejor muestra del buen trabajo que durante 50 años ha realizado la universidad.
Durante un sencillo homenaje que se les rindió a los graduados, el Rector resaltó que “con su trayectoria personal y profesional han sabido representar y llevar en alto nuestra institución. Hoy queremos que la vuelvan a conocer y se reencuentren con ésta, su alma mater, una institución orgullo de nuestro país”.
El alto directivo los invitó a indagar qué es hoy la Escuela Colombiana de Ingeniería en sus funciones misionales de docencia, investigación y extensión. Así podrán corroborar que, al igual que cada uno de ellos, los estudiantes y profesores que continúan en el campus han sabido honrar el legado de los fundadores.
Así mismo, el ingeniero Rodríguez Díaz reconoció la labor de los fundadores, los ingenieros Alejandro Sandino Pardo (q.e.p.d.); Ernesto Obregón Torres (q.e.p.d.); Luis Guillermo Aycardi Barrero (q.e.p.d.); Jorge Eduardo Estrada Villegas, Manuel García López, Gonzalo Jiménez Escobar, Armando Palomino Infante, Ricardo Quintana Sighinolfi, Ricardo Rincón Hernández y Jairo Uribe Escamilla. También exaltó al ingeniero Ignacio Umaña de Brigard, quien por muchos años se desempeñó como Presidente del Claustro y del Consejo Directivo.
Sobre los profesores, el Rector hizo este sentido comentario: “Estoy seguro de que en este momento vienen a la memoria de todos nosotros aquellos maestros que de múltiples maneras aportaron a nuestro desarrollo personal y profesional; aquellos que fueron nuestro mejor ejemplo; aquellos que dejaron huella en nuestras vidas. No quiero hacer menciones particulares porque entonces debería nombrarlos a todos”, puntualizó.
Y agregó: “No puedo dejar de citar especialmente a todos los miembros del Claustro, a nuestros rectores, a nuestros directivos, al personal administrativo y al personal de servicios. Sólo porque hemos estado juntos trabajando por y para la Escuela ha sido posible llegar hasta aquí. Hoy exalto su compromiso, dedicación y trabajo en la institución”.
Una institución que inició con 88 estudiantes de ingeniería civil el 20 de marzo de 1973, en la edificación del Seminario Menor, en el costado nororiental de la plaza de Usaquén, en la carrera 6 N.o 118-60. Un edificio construido hacia 1934, con finalidades docentes, que tenía dos plantas y un total de 3.167,2 m2.
“Fueron 93 pupitres y 138 m2 de salones, un salón de dibujo con 33 mesas y 91,5 m2, una biblioteca con 18 puestos y 56,5 m2, un laboratorio de física para 18 estudiantes y 37,7 m2, un taller y cuarto oscuro de 69,7 m2, 36 m2 para la oficina de profesores y 74,5 m2 para las oficinas de la dirección y administración; así nació la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito. Se inició un reencuentro con la gloria de la ingeniería, convertida en poesía por nuestros antepasados, se recordó en su espíritu la versatilidad de Da Vinci y la mente brillante de Julio Garavito. Se inició un proyecto en la búsqueda de una competencia leal con la excelencia y un mañana de servicio a la patria que trascienda sus fronteras”, afirmó el Rector.
Un desarrollo que se ve y se siente
Luis Fernando Carrillo, graduado en 1981, aseguró durante una charla amena, sentida y llena de anécdotas, que sintió mucha felicidad de volver al campus y que al ver su desarrollo se puso extremadamente orgulloso.
“Muchas gracias al Rector por la invitación. Me siento dichoso de estar nuevamente en estas instalaciones tan majestuosas. Es emocionante hacer este recorrido por el campus. Lo que alcanzo a recordar es que nosotros, los de la promoción de 1981, de Usaquén, veníamos con el profesor Alejandro Sandino Pardo a la clase de Materiales y esto era un campus gigante, todavía no había nada de lo que se tiene hoy en día. Por eso estoy feliz de compartir y ver caras conocidas y algunas que al principio no reconocí pero que ya sé quiénes son. Me encanta haber compartido estos momentos y me siento muy orgulloso de haber salido de esta universidad que llevo en el corazón”, aseguró el ingeniero Carrillo.
Álvaro Rodríguez Valencia, graduado en el año 2002, quien actualmente se desempeña como profesor de la Universidad de los Andes, les contó a sus compañeros que de la Escuela recibió la mejor formación académica. “La percepción que tengo es que esta universidad me permitió llegar hasta los niveles más altos de la academia. Yo hice mi doctorado en la Universidad de California, en Estados Unidos, y tuve que competir con las mejores personas del mundo para llegar allá. Eso me hizo pensar que de la Escuela recibí la mejor educación que un ingeniero en Colombia puede tener. Estoy muy agradecido con mi universidad; me siento feliz de haber regresado a su campus, de haberme encontrado con mis profesores y colegas. Hoy en día represento muy orgullosamente a esta Escuela que quiero tanto”.
Y es que, según los graduados que asistieron al encuentro, llegar al campus es volver a ver a muchos amigos y conocidos. Todos están orgullosos de la formación integral que recibieron y que les da la posibilidad de expresarse y medir fuerzas con otros profesionales del país. La oportunidad de mantener contacto con muchos graduados de la Escuela Colombiana de Ingeniería que están en el exterior, y saber que en varios casos son directivos de empresas y reconocidos profesionales en sus ámbitos de desempeño, les deja una inmensa satisfacción.
Para la monteriana Diana Espinosa Bula, graduada del Programa de Ingeniería Civil en 1985, cuyo padre fue profesor de la Universidad Nacional, estudiar ingeniería se convirtió en un reto muy interesante ya que ella había llegado a la capital de la República a estudiar arquitectura. “Siendo la Escuela la mejor universidad para estudiar ingeniería decidí no aplazar mis sueños y comencé en una sede en la que “para entrar a los baños tocaba bajar el agua con balde”, recordó en tono jocoso. “Hoy en día –continuó–, todo ha cambiado y el campus es un ejemplo de progreso, desarrollo y excelencia”.
La ingeniera industrial Diana Cecilia Abril Hurtado, graduada en el 2004, es dueña de una reconocida marca pastelera (Madamia). Quedó gratamente impresionada con el crecimiento de los laboratorios de la universidad. Hace 15 años comenzó con su familia su emprendimiento y asegura que parte de su éxito se lo debe a la formación que recibió en la Escuela.
El presidente de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, Germán Pardo Albarracín, graduado en 1983, le recordó jocosamente al ingeniero Rodríguez Díaz que, en el inventario que hizo de las cosas que había en el año 1973, cuando comenzaron las clases en la universidad, “se le olvidó incluir una mesa de ping-pong”.
“Me encanta estar acá y estoy realmente orgulloso de que algunos de ustedes con dos o tres años más que yo estén dirigiendo la Escuela. Ese es uno de los orgullos más grandes que uno tiene: ver a todos sus compañeros luchando por preservar el legado de los fundadores y saber que han tomado las riendas de la institución, lo cual es un gran compromiso. Es grata esa sensación de que cuando uno llega aquí tiene tantos amigos y conocidos. Agradezco haber recibido una formación integral. Eso es lo que nos ha fortalecido y lo que nos une hoy, la posibilidad de tener un pensamiento crítico, amplio; podernos expresar de manera diferente. Eso nos ha llevado, poco a poco, a tener estos reconocimientos a escala nacional y como universidad”, dijo Pardo Albarracín.
Según el ingeniero Pardo Albarracín, “Siempre que es posible ponemos a la Escuela en primer lugar en todos los escenario nacionales e internacionales. Estos son los momentos que uno recuerda toda la vida. Veo muchas caras conocidas; a algunos no había tenido el honor de conocerlos, pero sí tenía referencias de sus logros. Faltan muchos; algunos están en el exterior, muchos son gerentes, otros están consolidando logros importantes; numerosos jóvenes tienen emprendimientos y también merecen un reconocimiento. Gracias a la Escuela por permitirnos estos momentos. Estamos atentos a lo que la universidad necesite; nuestra intención es, precisamente, ayudar”.
En 1989 se graduó como ingeniero civil Andrés Santamaría Gómez y desde entonces se dedicó a la construcción. Aceptó que en su empresa siempre contrata graduados de la Escuela, ya que sobresalen por su rigurosidad y profundidad, “algo que no se consigue en todos los profesionales”. Por esta y muchas razones más, este graduado le agradece a la Escuela su formación y las bases que les brinda a los estudiantes.
Líderes acordes con los cambios
El ingeniero civil Amílkar Valencia Núñez se graduó en 1992. Piensa que los graduados deben retribuir a la universidad todo lo que recibieron de ella y de los profesores, con su profesionalismo y esfuerzo, desde cada uno de los ámbitos en los que se encuentren.
Margarita María Villa Gómez, ingeniera civil 1981, aseguró que se siente orgullosa al ver cómo la universidad ha crecido y mucho más le satisface saber que ha contribuido a ese desarrollo, dado que participó, por ejemplo, en la construcción del bloque F.
El ingeniero civil Carlos Eugenio Palomino Arias, hijo de uno de los fundadores, fue profesor de la Escuela. Cuando comenzó, se dictaban clases en el bloque A, que era el único que existía en esa época. Joaquín Eduardo Uribe Franco se graduó en 1981. Tiene claro que la constancia, la convivencia y la formación a partir de los valores institucionales es lo que hace que la Escuela avance. “Los valores que se adquieren en la Escuela se ven reflejados en todos los graduados”.
Para Paola Barrera, ingeniera industrial del año 2000, la universidad la preparó para trabajar en todos los campos. Prueba de ello es que actualmente se desempeña con éxito como representante de ventas y tecnología. Le fascina que la Escuela conserve las zonas verdes, pues siempre han sido el orgullo del campus.
Para Juan Carlos Salazar Santos, graduado en 1996 y fundador de City Parking, a los seres humanos los acompaña dos sentimientos esenciales: el amor y el miedo. El amor les permite vivir el tiempo presente y el miedo se lo impide, los aleja de la realidad y les quita todo. Por esa razón, no dudó en recordarles a sus compañeros y profesores presentes en la reunión lo siguiente: “Estamos en un momento de mucho cambio. Ese es el reto más grande de una institución educativa y ese cambio muchas veces no lo controlamos, como la mayoría de cosas en nuestras vidas. Entonces, el gran desafío que veo para la universidad es no asumir, porque de golpe corremos el riesgo, al igual que los empresarios, emprendedores, profesores, ciudadanos, de caer en el miedo. Tenemos que ser un poco más sensibles con lo que está pasando, con la rapidez con la que suceden la cosas, para enfocar el esfuerzo de una manera más acorde con lo pasa en el mundo. Es un poco filosófico lo que estoy diciendo, pero pienso que tenemos que ser muy conscientes de los cambios tan rápidos que hay y muy flexibles con ellos porque a veces van más rápido que nosotros mismos. Así podremos ajustarnos a esas diferencias y llevar a más personas a que se adapten al futuro, siendo líderes más acordes a esos cambios”.
"Todo ingeniero de la Escuela hace las cosas bien"
Tulio Ricardo Santamaría Guerrero, ingeniero electricista graduado en 1990, dice que son poquitos los de esa generación, pero cree que todos tienen la misma percepción de la Escuela: una inmensa gratitud. “Cada día, cuando me levanto a hacer algo de ingeniería eléctrica, recuerdo a los compañeros, los profesores, el compromiso. No conozco a ningún graduado de la Escuela que no haga las cosas bien, que no las haga con compromiso hasta el final. Somos muy buenos profesionales”.
Para Luis Alberto González Araujo, graduado en el 2002, la reunión de algunos de los graduados de la Escuela fue un buen comienzo de celebración de los 50 años de vida de la institución. “A la escuela le agradezco una formación rigurosa, un pilar en el que no nos fijamos mucho, pero que resulta fundamental en la vida profesional: aspectos positivos como la versatilidad que adquirimos en las aulas me ha permitido, dentro de la Asociación Colombiana de Facultades de Ingeniería (Acofi), estar hablando a las nueve de la mañana del modelo nacional de riesgo sísmico; a las once, de los resultados de aprendizaje de los programas de ingeniería industrial y, por la tarde, de los otros aspectos técnicos de ingeniería”.
El Presidente del Consejo Directivo de la Escuela, Javier Botero Álvarez, resaltó al final del encuentro la importancia de que la universidad comience la celebración de sus 50 años con sus graduados, porque a la Escuela “la hacen sus graduados y reunir a los primeros de ellos refleja la profundidad y el gran avance de la institución a lo largo de medio siglo de labores. Es acertado mostrar la importancia de que los graduados le aporten a la Escuela desde sus ámbitos profesionales”.