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Pensando la educación en el siglo XXI

El Director del Departamento de Humanidades e Idiomas de la Escuela Colombiana de Ingeniería, José Camilo Vásquez, aborda el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 4, Educación de Calidad. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.

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Pensando la educación en el siglo XXI con José Camilo Vásquez

El cuarto objetivo de desarrollo sostenible expuesto por la Organización de las Naciones Unidas se enfoca en la educación. Creo que hablar de educación en el siglo XXI es un reto y un desafío. Los cambios en las dinámicas sociales y culturales que se han desatado a partir de la implementación y uso de nuevas tecnologías de comunicación y del acceso a la información han impactado cómo pensamos y concebimos la educación.

El siglo XX fue el de la estandarización de la educación; se educaba con un propósito muy claro: poder ser parte funcional, activa y contribuyente de un sistema de producción. Es natural que se hubiera fomentando este deseo de formar seres competentes para el sistema. El siglo XX fue para muchos procesos históricos un quiebre con la tradición –cayeron imperios, se desvanecieron sistemas coloniales, se establecieron nuevos actores determinantes en el escenario global– pero en el caso de la educación podemos pensar que fue una continuación fuerte.

El siglo XIX fue el auge de la industrialización y, con ésta, el anhelo de la optimización de procesos para garantizar mayores ganancias y mayores consumos. La educación era una forma directa de preparar seres que entendieran la lógica del sistema y que se ubicaran en un rol dentro del mismo. Surgieron las aulas con filas, los tableros con la información correcta que se debía copiar, la jerarquización del conocimiento, y el deseo de conocer más y más como colectivo humano. Fue en verdad un proceso revolucionario el de darles educación básica a todos; que masas de personas pudieran leer y escribir, informarse y consumir, discernir y buscar cambios era algo que la cultura occidental no había visto antes.

La educación se convirtió en un motor de cambio social para muchos individuos y para muchos países. Los indicadores de niveles de educación se relacionaban con indicadores de desarrollo y progreso, tanto económico como social. Precisamente, que hoy sea un objetivo de desarrollo sostenible reafirma la genealogía que estoy haciendo. La educación como la concebimos en el siglo XX y como se concibe en muchos sectores actuales del siglo XXI es un motor de cambio que tiene el potencial de generar mayor equidad y bienestar. En este sentido, la educación no es un concepto ambiguo, es un eslabón concreto en una lógica de producción y consumo que empezó a regir al globo desde el siglo XIX.

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Vuelvo al comienzo de este escrito para reafirmar que creo que es un reto y un desafío hablar de educación en el siglo XXI precisamente porque, como colectivo, nos encontramos en una revolución tecnológica y de comunicaciones profunda que ha cambiado y permeado todas nuestras relaciones sociales y económicas.

El aula ya no tiene que ser física, el profesor se puede encontrar a un lado del mundo y sus alumnos al otro e interactuar; ya no es menester saber todo, hay buscadores, la información está al alcance, y si uno quiere puede ser un autodidacta aislado y formarse. ¿Será que hacia allá va la educación del futuro? Va hacia la hiperindividualidad que nos hace sentir a todos diferentes y únicos, pero simultáneamente muy parecidos a todos nuestros vecinos. Si bien el siglo XXI ha traído grandes cambios en temas de tecnología, sigue rigiéndose por esas viejas estructuras, esa relación entre producción y consumo que atraviesa a las personas y las sociedades.

Entonces, pensar la educación en el siglo XXI es un reto interesante. Por un lado, estamos rompiendo esquemas y tradiciones; y por otro, más que nunca la humanidad en el sentido colectivo se ha sumergido en un sistema que desborda todo el planeta. Es importante pensar y fomentar la educación y el aprendizaje para todos, pero hay que ser críticos y analizar los contextos.

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La educación puede ser individual y también colectiva. El proceso formativo de una persona produce cambios en su vida; y un proceso formativo en un nivel colectivo puede cambiar las situaciones de un grupo social o un conjunto. Es bien importante pensar que lo individual afecta lo colectivo y lo colectivo, sin duda, impacta lo individual. Estamos en la era de la información, pero no necesariamente del conocimiento. La educación está atada al conocimiento y en la formación debe haber cuestionamientos y crítica, diálogos y desacuerdos, dinámicas que fomenten cambios ojalá positivos para el mundo.

Soy consciente de que soy un idealista y eso es precisamente lo que me invita a estar en las aulas, los pasillos y el campus de una universidad. Creo que la educación es, ante todo, un acto colectivo que busca lo mejor para la sociedad. Claro está, dándole alas al individuo para su crecimiento y recordándole que tiene una responsabilidad con los otros, con los que son iguales a él y con los que son diferentes, porque todos somos parte del conjunto.

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Está muy bien educar con fines específicos, como el dominio de una técnica o el conocimiento de una ciencia, pero no olvidemos que educamos para ser buenos seres humanos que aportan y construyen para lo que me puedo imaginar que es un mundo mejor. Cierro con esta pequeña frase: La educación empieza en casa y se desarrolla en las escuelas de la vida.

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