Romper el ciclo de la pobreza

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De acuerdo con datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, más de 700 millones de personas siguen viviendo en condiciones de pobreza extrema[1]. Erradicar la pobreza es, por consiguiente, una de las principales preocupaciones[2] de las sociedades y sus mentes más brillantes.

Desde nuestra área de interés, puede concluirse, casi de forma tajante, que no ha existido algún economista que dentro de su doctrina no tenga como eje fundamental el aumento de la riqueza y, con ello, el bienestar de la sociedad.

En la actualidad, la ciencia se ha preocupado por describir la pobreza desde muchas perspectivas: monetaria, multidimensional, material, coyuntural, entre otras; pero con fines prácticos, supondremos que la pobreza se resume en la ausencia de libertad para participar de los beneficios del mercado. Así pues, se pueden considerar pobres aquellas personas que históricamente han sido excluidas por el mercado al no permitírseles satisfacer sus necesidades básicas: salud, educación, acceso a agua y saneamiento, entre otras.

Existe, entonces, un factor económico fundamental que explica la pobreza, el desempleo: su interpretación desde la disciplina de la economía, podría entenderse como la incapacidad que tiene el sector productivo para absorber la mano de obra disponible para trabajar.

Sin embargo, las bajas remuneraciones al factor trabajo condenan a muchas familias a no poder salir de la pobreza o ser vulnerables a ella. No obstante, vale la pena recalcar que la dinámica de la pobreza asciende en economías, como la nuestra, donde la tasa de informalidad es relativamente alta: por una parte, excluye del sistema de seguridad social a quienes trabajan en la informalidad y, por otra parte, profundiza el problema de la desigualdad en la sociedad.

Empero, existen también factores institucionales que pueden impedir a los individuos el uso de su libertad para participar activamente en los mercados, tales como las guerras, los desplazamientos forzados, la violencia y la discriminación.

En consecuencia, si erradicar la pobreza implica acercar a estas personas al mercado las sociedades debería, normativamente hablando, repensar su estructura económica para dicho fin. Para esto, resulta imperativo reflexionar primero sobre cómo llegamos hasta aquí.

De acuerdo con el Informe de Desarrollo Humano del PNUD, la humanidad se encuentra en una situación causada por el mismo ser humano, de modo que se enfrentan a riesgos graves e inmediatos que están provocados por el ser humano y alcanzan dimensiones planetarias.[3]

La contaminación, altas tasas de desempleo, junto con la pandemia del COVID-19 y, en general, un montón de externalidades negativas causadas por el aparato económico, condenan a las sociedades a situaciones donde sus recursos limitados empiezan a escasear, las brechas de desigualdad empiezan a aumentar y las personas, que viven en condiciones de pobreza, se enfrentan a desafíos significativos para mejorar sus condiciones de vida y romper el ciclo de la pobreza[4].

[1] PNUD (2021).

[2] Sino la más importante.

[3] PNUD (2020), Página 40.

[4] Lo que en las teorías de crecimiento económico se puede conocer como la trampa de la pobreza.

De modo que en la pobreza se encuentra un obstáculo importante para cumplir el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las personas. Dicha condición, puede obligar a los individuos a depender de recursos naturales limitados y practicas arcaicas, que pueden poner en riesgo su salud[1], para satisfacer sus necesidades; más no le ofrecen un escenario en dónde, estos mismos, puedan mejorar sus condiciones de vida.

Esto replanteó la forma de pensar la sociedad, el mercado y la satisfacción de necesidades y deseos. Amartya Senn (2010) sugiere que la creciente demanda por satisfacer necesidades de consumo nos ha llevado a un dilema de insostenibilidad. De allí, que el mismo Amartya Senn proponga que las soluciones necesitan una visión de la especie humana que no hallé la razón de las relaciones económicas en intereses que son precisos de cuidar, sino que se fundamenten en agentes capaces de actuar eficazmente por sí mismos, tanto de forma individual como conjunta[2]. Así nace la oportunidad de satisfacer las necesidades humanas sin comprometer los recursos del futuro y repensando las políticas distributivas para buscar mayor justicia social y ambiental.

[1] Como el uso de leña para cocinar.

[2] Sen (2010), Página 7.

De allí el importante papel que se observa desde la academia. La Escuela Colombiana de Ingeniería, en su labor social, ofrece el empujón necesario para que profesionales graduados, y sus familias, tengan un aumento en su bienestar, producto del desarrollo del capital humano del graduado. A demás, su compromiso es tal que ofrece programas como las Becas Julio Garavito Armero que cumple el sueño de estudiar a personas de escasos recursos y les da lo necesario para un ascenso social y alejarse cada vez más de la línea de la pobreza.

A lo anterior, hay que reconocer el papel del graduado en el mundo real. Al salir de la academia, el graduado de la Escuela Colombiana de Ingeniería, se encuentra lleno de valores sociales por lo que vela por la justicia social. A demás, es capaz de reconocer oportunidades para desarrollar propuestas y proyectos que puedan, no solamente generar empleo, sino tener por objetivo garantizar el acceso de muchas personas a sus necesidades básicas y con ello mejorar su calidad de vida.

Bibliografía

PNUD. (2020). El Informe sobre desarrollo humano.

PNUD. (2022). La agenda para el Desarrollo Sostenible.

PNUD. (2021). Why it matters.

Sen, A. (2010). La idea de la Justicia . Editorial Taurus.

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